El histórico ensayo de
León Trotsky sobre los sucesos de la revolución soviética de 1917, el papel
crucial del Partido Bolchevique y el rol del ala conciliadora representada por
Zinoviev, Kamenev y Stalin. Seguidamente, pasajes extractados a partir de
algunos capítulos de la obra.
La Revolución de Octubre
debe ser estudiada
“Ahora bien, para el
estudio de las leyes y métodos de la revolución proletaria, no hay hasta hoy
ninguna fuente más importante que nuestra experiencia de Octubre.” (…) “Hay que
poner en el orden del día, en el partido y en toda la Internacional, el estudio
de la Revolución de Octubre. Es preciso que todo nuestro partido y, en
particular, las juventudes, estudien minuciosamente esta experiencia, que ha
brindado una verificación incontestable de nuestro pasado y nos abrió una gran
puerta al futuro.”
“El partido es el
instrumento esencial de la revolución proletaria.” (…) “…ha quedado demostrado
que, sin un partido capaz de dirigir la revolución proletaria, ésta se torna
imposible. El proletariado no puede apoderarse del poder a través de una
insurrección espontánea. Aun en un país tan culto y tan desarrollado desde el
punto de vista industrial como Alemania, la insurrección espontánea de los
trabajadores en noviembre de 1918 no hizo sino transmitir el poder a manos de
la burguesía. Una clase explotadora se encuentra capacitada para arrebatar el
poder a otra clase explotadora apoyándose en sus riquezas, en su “cultura”, en
sus innumerables ligazones con el viejo aparato estatal. Sin embargo, cuando se
trata del proletariado, no hay nada capaz de reemplazar al partido.”
“En resumen, un partido
desvinculado de las tareas históricas de su clase se convierte o corre el
riesgo de convertirse en un instrumento indirecto de las demás clases. Si la
observación que acabamos de hacer es justa respecto a cada viraje táctico
importante, con mayor razón lo será respecto a los grandes virajes
estratégicos. Entendemos por táctica en política –por analogía con la ciencia
bélica–, el arte de conducir las operaciones aisladas; por estrategia, el arte
de vencer, es decir, de apoderarse del mando.”
“La táctica se subordina a la estrategia. Si
los virajes tácticos engendran habitualmente en el partido roces interiores,
con mayor razón los virajes estratégicos deben provocar trastornos mucho más
profundos. Y el viraje más brusco es aquel en que el partido del proletariado
pasa de la preparación, de la propaganda, de la organización y de la agitación
a la lucha directa por el poder, a la insurrección armada contra la burguesía.
Todo lo que dentro del partido hay de irresoluto, escéptico, conciliador,
capitulante, se yergue contra la insurrección, busca la oposición de fórmulas
teóricas y las encuentra prontas en sus adversarios de ayer, los oportunistas.”
La dictadura democrática
de obreros y campesinos
“Es verdad que Lenin
señaló ocasionalmente que los soviets de los diputados obreros, soldados y
campesinos en el primer período de la Revolución de Febrero, encarnaron hasta
cierto punto la dictadura democrático-revolucionaria de obreros y campesinos.
Así fue en la medida en que tales soviets ejercieron el poder. Pero, según ha
replicado el propio Lenin en muchas ocasiones, los soviets del período de
Febrero ejercían sólo un semipoder; sostenían el poder de la burguesía, no sin
mantenerla a raya con el peso de una semioposición. Precisamente es esta
situación equívoca la que les permitía no salirse del marco de la coalición
democrática de obreros, campesinos y soldados.
Aunque muy distante
todavía de la dictadura, esta coalición propendía a ella conforme se apoyaba,
antes que en relaciones estatales regularizadas, en la fuerza armada y en la
alianza revolucionaria. La inestabilidad de los soviets conciliadores residía
en el carácter democrático de tal coalición de obreros, campesinos y soldados,
que ejercían un semipoder. Les quedaba la alternativa de ver disminuir su papel
hasta la extinción o de tomar verdaderamente el poder en sus manos. Pero no
podían asumirlo como coalición de obreros y campesinos representados por
diferentes partidos, sino como dictadura del proletariado dirigida por un
partido único que condujera a las masas campesinas tras de sí, empezando por
las capas semiproletarias.
En otros términos, la
coalición democrática de obreros y campesinos sólo podía considerarse una forma
preliminar del ascenso al poder, una tendencia, pero no un hecho. La conquista
del poder debía romper la envoltura democrática, imponer a la mayoría de los
campesinos la necesidad de seguir a los obreros, permitir que el proletariado
realizara su dictadura de clase y, por razón idéntica, poner al orden del día,
paralela a la democratización radical de las relaciones sociales, la injerencia
socialista del Estado obrero en los derechos de la sociedad capitalista.
Continuar, en estas condiciones, ateniéndose a la fórmula de la “dictadura
democrática” equivalía, en realidad, a renunciar al poder y a arrinconar la
revolución en un callejón sin salida.”
La lucha contra la guerra
y contra la defensa de la patria
“¿Pero acaso –se podría
objetar desde luego– un partido revolucionario renuncia a ejercer presión sobre
la burguesía y su gobierno? Evidentemente, no. La presión sobre el gobierno
burgués es el camino de las reformas. Un partido marxista revolucionario no
renuncia a ellas, aunque éstas se refieran a cuestiones secundarias y no a
cuestiones esenciales. No se puede obtener el poder por medio de reformas ni se
puede, por medio de una presión, forzar a la burguesía a cambiar su política en
una cuestión de la que depende su suerte. Precisamente por no haber dado lugar
a una presión reformista, la guerra creó una situación revolucionaria. Era
necesario seguir a la burguesía hasta el fin o sublevar a las masas contra ella
para arrancarle el poder. En el primer caso, podrían obtenerse ciertas
concesiones de política interior, a condición de apoyar sin reservas la
política exterior del imperialismo. Por eso el reformismo socialista se
transformó abiertamente en socialimperialismo desde el principio de la guerra.
Por eso se vieron obligados los elementos revolucionarios verdaderos a crear
una nueva Internacional.”
La Conferencia de Abril
“Toda la Conferencia de
Abril del partido se consagró a la siguiente cuestión esencial: ¿Vamos a la
conquista del poder para realizar la revolución socialista o ayudamos a
perfeccionar la revolución democrática? Por desgracia, todavía permanece sin
publicar la reseña de esa Conferencia. Sin embargo, quizás no haya en la historia
de nuestro partido un congreso que tuviera una importancia tan grande y tan
directa para la suerte de nuestra revolución.
Lucha irreductible contra
el defensismo y los defensistas, conquista de la mayoría en los soviets,
derrocamiento del gobierno provisional por mediación de los soviets, política
revolucionaria de paz, programa de revolución socialista en el interior y de
revolución internacional en el exterior: ese era el programa de Lenin. Como se
sabe, la oposición propugnaba el perfeccionamiento de la revolución democrática
por medio de una presión sobre el gobierno provisional, debiendo permanecer los
soviets como órganos de “control” cerca del poder burgués. De lo que se
desprende una actitud más conciliadora con respecto al defensismo.”
Las jornadas de julio. La
intentona de Kornilov. La Conferencia Democrática y el Preparlamento.
“La Conferencia
Democrática y el Preparlamento al cual dio origen, marcaron una nueva fase en
el desarrollo de las divergencias. Mencheviques y Socialistas Revolucionarios
procuraban atar a los Bolcheviques con la legalidad soviética y transformar a
ésta de manera indolora en legalidad parlamentaria burguesa. La derecha
bolchevique simpatizaba con semejante táctica. Hemos visto cómo se figuraban
los derechistas el desarrollo de la revolución: los soviets entregarían
progresivamente sus funciones a las instituciones calificadas (municipios,
zemstvos, sindicatos) y, al fin, vendría la Asamblea Constituyente, y por eso
mismo ellos saldrían de la escena política. La vía del Preparlamento debía
encaminar el pensamiento político de las masas hacia la Asamblea Constituyente,
coronación de la revolución democrática. Pero entonces los bolcheviques tenían
mayoría en los soviets de Petrogrado y Moscú, y aumentaba diariamente nuestra influencia
en el ejército. Ya no se trataba de pronósticos ni de perspectivas; se trataba
de la elección del camino por el cual iba a ser necesario avanzar sin demora.”
“En los días de la
Conferencia Democrática, Lenin escribía: “Por nuestra parte, implicaría una
falta grave, una manifestación de cretinismo parlamentario sin igual,
comportarnos respecto a la Conferencia Democrática como respecto a un
Parlamento. Porque, aun cuando se proclamara al Parlamento soberano de la
revolución, no decidiría nada. La decisión reside fuera de ella, en los barrios
obreros de Petrogrado y Moscú”. Ésta era la opinión de Lenin sobre la
participación en el Parlamento que demuestran sus numerosas declaraciones y, en
particular, su carta del 29 de septiembre al CC, donde habla de “culpas
indignantes de los bolcheviques, como la vergonzosa decisión de participar en
el Preparlamento”. Para él esta decisión suponía la manifestación de las
ilusiones democráticas y de los errores de los pequeñoburgueses contra los que
no había cesado de combatir, desarrollando y perfeccionando, en el transcurso
de esa lucha, toda su concepción de la revolución proletaria.
No era cierto que
debiesen mediar largos años entre la revolución burguesa y la revolución
proletaria; no era cierto que la escuela del parlamentarismo constituyese la
única o la principal escuela preparatoria para la conquista del poder; no era
cierto que la vía que llevaba al poder tuviera que pasar necesariamente por la
democracia burguesa. Se trataba de abstracciones inconsistentes, de esquemas
doctrinarios, cuyo resultado se reducía únicamente a encadenar a la vanguardia,
a hacer de ella, por mediación del mecanismo estatal “democrático”, la
oposición, la sombra política de la burguesía; se trataba de manifestaciones de
la socialdemocracia. Era menester no dirigir la política del proletariado según
los esquemas escolásticos, sino siguiendo la corriente real de la lucha de
clases. No convenía ir al Preparlamento, sino organizar la insurrección y
arrancar el poder al adversario. Lo demás vendría por añadidura. Incluso Lenin
proponía convocar un congreso extraordinario del partido cuya plataforma fuera
el boicot al Preparlamento. Desde entonces, todos sus artículos y cartas
desarrollan la idea de que no se debía pasar por el Preparlamento y ponerse a
remolque de los conciliadores, sino echarse a la calle con el objetivo de
comenzar la lucha por el poder.”
Una vez más acerca de los
Consejos y el Partido en la revolución proletaria
“Pero en la revolución
proletaria, el proletariado no sólo es la principal fuerza combativa, sino que
también, dentro mismo de su vanguardia, es la fuerza dirigente. Su partido es
el único que puede desempeñar en la revolución proletaria el papel que
desempeñaban en la revolución burguesa la potencia de la burguesía, su instrucción,
sus municipios y universidades. Resulta tanto más importante este papel cuanto
que se ha acrecentado de manera formidable la conciencia de clase de su
enemigo. A lo largo de los siglos de su dominación la burguesía ha elaborado
una escuela política incomparablemente superior a la de la antigua monarquía
burocrática. Si el parlamentarismo ha constituido para el proletariado, hasta
cierto punto, una escuela preparatoria de la revolución, ha sido aún más para
la burguesía una escuela de estrategia contrarrevolucionaria. Basta para
demostrarlo el hecho de que fue a través del parlamentarismo que la burguesía
educó a la socialdemocracia, que es ahora la más potente defensora de la
propiedad privada.”
“La experiencia de los
últimos años en Europa, y principalmente en Alemania, nos enseña que hay dos
categorías de jefes propensos a hacer retroceder al partido en el momento en
que se necesita dar el mayor salto adelante. Unos tienden a ver más que nada las
dificultades, los obstáculos, y a apreciar cada situación con la idea
preconcebida, inconsciente a veces, de esquivar la acción. En ellos, el
marxismo se vuelve un método que sirve para establecer la imposibilidad de la
acción revolucionaria. Los mencheviques rusos representaban los ejemplares más
característicos de este tipo de jefes. Pero este tipo no se limita al
menchevismo y, en el momento más crítico, se manifiesta incluso dentro del
partido más revolucionario, entre los militantes que ocupan los más altos
puestos. Los representantes de la otra categoría son agitadores superficiales.
No ven los obstáculos mien¬tras no tropiezan de frente con ellos. Cuando llega
el momento de la acción decisiva, transforman inevitablemente en impotencia y
pesimismo su costumbre de eludir las dificultades reales haciendo malabarismos
con las palabras.
Para el primer tipo, para
el revolucionario mezquino que se contenta con ínfimas ganancias, las
dificultades de la conquista del poder no constituyen sino la acumulación y la
multiplicación de todas las que están habituados a hallar en su camino. Para el
segundo tipo, para el optimista superficial, siempre surgen repentinamente las
dificultades de la acción revolucionaria. En el período preparatorio, estos dos
hombres tienen una conducta diferente: uno parece un escéptico con quien es
imposible contar firmemente desde el punto de vista revolucionario; por el
contrario, el otro puede semejar un revolucionario ardoroso. Pero en el momento
decisivo, ambos van tomados de la mano para erguirse contra la insurrección.
Sin embargo, todo el trabajo preparatorio sólo tiene valor en la medida en que
capacita al partido, y sobre todo a sus órganos dirigentes, para determinar el
momento de la insurrección y dirigirla. Porque la tarea del partido comunista
consiste en la toma del poder con el objeto de proceder a la reconstrucción de
la sociedad.”