octubre 20, 2024

Centenario de "Lecciones de Octubre"

El histórico ensayo de León Trotsky sobre los sucesos de la revolución soviética de 1917, el papel crucial del Partido Bolchevique y el rol del ala conciliadora representada por Zinoviev, Kamenev y Stalin. Seguidamente, pasajes extractados a partir de algunos capítulos de la obra.

La Revolución de Octubre debe ser estudiada

“Ahora bien, para el estudio de las leyes y métodos de la revolución proletaria, no hay hasta hoy ninguna fuente más importante que nuestra experiencia de Octubre.” (…) “Hay que poner en el orden del día, en el partido y en toda la Internacional, el estudio de la Revolución de Octubre. Es preciso que todo nuestro partido y, en particular, las juventudes, estudien minuciosamente esta experiencia, que ha brindado una verificación incontestable de nuestro pasado y nos abrió una gran puerta al futuro.”

“El partido es el instrumento esencial de la revolución proletaria.” (…) “…ha quedado demostrado que, sin un partido capaz de dirigir la revolución proletaria, ésta se torna imposible. El proletariado no puede apoderarse del poder a través de una insurrección espontánea. Aun en un país tan culto y tan desarrollado desde el punto de vista industrial como Alemania, la insurrección espontánea de los trabajadores en noviembre de 1918 no hizo sino transmitir el poder a manos de la burguesía. Una clase explotadora se encuentra capacitada para arrebatar el poder a otra clase explotadora apoyándose en sus riquezas, en su “cultura”, en sus innumerables ligazones con el viejo aparato estatal. Sin embargo, cuando se trata del proletariado, no hay nada capaz de reemplazar al partido.”

“En resumen, un partido desvinculado de las tareas históricas de su clase se convierte o corre el riesgo de convertirse en un instrumento indirecto de las demás clases. Si la observación que acabamos de hacer es justa respecto a cada viraje táctico importante, con mayor razón lo será respecto a los grandes virajes estratégicos. Entendemos por táctica en política –por analogía con la ciencia bélica–, el arte de conducir las operaciones aisladas; por estrategia, el arte de vencer, es decir, de apoderarse del mando.”

 “La táctica se subordina a la estrategia. Si los virajes tácticos engendran habitualmente en el partido roces interiores, con mayor razón los virajes estratégicos deben provocar trastornos mucho más profundos. Y el viraje más brusco es aquel en que el partido del proletariado pasa de la preparación, de la propaganda, de la organización y de la agitación a la lucha directa por el poder, a la insurrección armada contra la burguesía. Todo lo que dentro del partido hay de irresoluto, escéptico, conciliador, capitulante, se yergue contra la insurrección, busca la oposición de fórmulas teóricas y las encuentra prontas en sus adversarios de ayer, los oportunistas.”

La dictadura democrática de obreros y campesinos

“Es verdad que Lenin señaló ocasionalmente que los soviets de los diputados obreros, soldados y campesinos en el primer período de la Revolución de Febrero, encarnaron hasta cierto punto la dictadura democrático-revolucionaria de obreros y campesinos. Así fue en la medida en que tales soviets ejercieron el poder. Pero, según ha replicado el propio Lenin en muchas ocasiones, los soviets del período de Febrero ejercían sólo un semipoder; sostenían el poder de la burguesía, no sin mantenerla a raya con el peso de una semioposición. Precisamente es esta situación equívoca la que les permitía no salirse del marco de la coalición democrática de obreros, campesinos y soldados.

Aunque muy distante todavía de la dictadura, esta coalición propendía a ella conforme se apoyaba, antes que en relaciones estatales regularizadas, en la fuerza armada y en la alianza revolucionaria. La inestabilidad de los soviets conciliadores residía en el carácter democrático de tal coalición de obreros, campesinos y soldados, que ejercían un semipoder. Les quedaba la alternativa de ver disminuir su papel hasta la extinción o de tomar verdaderamente el poder en sus manos. Pero no podían asumirlo como coalición de obreros y campesinos representados por diferentes partidos, sino como dictadura del proletariado dirigida por un partido único que condujera a las masas campesinas tras de sí, empezando por las capas semiproletarias.

En otros términos, la coalición democrática de obreros y campesinos sólo podía considerarse una forma preliminar del ascenso al poder, una tendencia, pero no un hecho. La conquista del poder debía romper la envoltura democrática, imponer a la mayoría de los campesinos la necesidad de seguir a los obreros, permitir que el proletariado realizara su dictadura de clase y, por razón idéntica, poner al orden del día, paralela a la democratización radical de las relaciones sociales, la injerencia socialista del Estado obrero en los derechos de la sociedad capitalista. Continuar, en estas condiciones, ateniéndose a la fórmula de la “dictadura democrática” equivalía, en realidad, a renunciar al poder y a arrinconar la revolución en un callejón sin salida.”

La lucha contra la guerra y contra la defensa de la patria

“¿Pero acaso –se podría objetar desde luego– un partido revolucionario renuncia a ejercer presión sobre la burguesía y su gobierno? Evidentemente, no. La presión sobre el gobierno burgués es el camino de las reformas. Un partido marxista revolucionario no renuncia a ellas, aunque éstas se refieran a cuestiones secundarias y no a cuestiones esenciales. No se puede obtener el poder por medio de reformas ni se puede, por medio de una presión, forzar a la burguesía a cambiar su política en una cuestión de la que depende su suerte. Precisamente por no haber dado lugar a una presión reformista, la guerra creó una situación revolucionaria. Era necesario seguir a la burguesía hasta el fin o sublevar a las masas contra ella para arrancarle el poder. En el primer caso, podrían obtenerse ciertas concesiones de política interior, a condición de apoyar sin reservas la política exterior del imperialismo. Por eso el reformismo socialista se transformó abiertamente en socialimperialismo desde el principio de la guerra. Por eso se vieron obligados los elementos revolucionarios verdaderos a crear una nueva Internacional.”

La Conferencia de Abril

“Toda la Conferencia de Abril del partido se consagró a la siguiente cuestión esencial: ¿Vamos a la conquista del poder para realizar la revolución socialista o ayudamos a perfeccionar la revolución democrática? Por desgracia, todavía permanece sin publicar la reseña de esa Conferencia. Sin embargo, quizás no haya en la historia de nuestro partido un congreso que tuviera una importancia tan grande y tan directa para la suerte de nuestra revolución.

Lucha irreductible contra el defensismo y los defensistas, conquista de la mayoría en los soviets, derrocamiento del gobierno provisional por mediación de los soviets, política revolucionaria de paz, programa de revolución socialista en el interior y de revolución internacional en el exterior: ese era el programa de Lenin. Como se sabe, la oposición propugnaba el perfeccionamiento de la revolución democrática por medio de una presión sobre el gobierno provisional, debiendo permanecer los soviets como órganos de “control” cerca del poder burgués. De lo que se desprende una actitud más conciliadora con respecto al defensismo.”

Las jornadas de julio. La intentona de Kornilov. La Conferencia Democrática y el Preparlamento.

“La Conferencia Democrática y el Preparlamento al cual dio origen, marcaron una nueva fase en el desarrollo de las divergencias. Mencheviques y Socialistas Revolucionarios procuraban atar a los Bolcheviques con la legalidad soviética y transformar a ésta de manera indolora en legalidad parlamentaria burguesa. La derecha bolchevique simpatizaba con semejante táctica. Hemos visto cómo se figuraban los derechistas el desarrollo de la revolución: los soviets entregarían progresivamente sus funciones a las instituciones calificadas (municipios, zemstvos, sindicatos) y, al fin, vendría la Asamblea Constituyente, y por eso mismo ellos saldrían de la escena política. La vía del Preparlamento debía encaminar el pensamiento político de las masas hacia la Asamblea Constituyente, coronación de la revolución democrática. Pero entonces los bolcheviques tenían mayoría en los soviets de Petrogrado y Moscú, y aumentaba diariamente nuestra influencia en el ejército. Ya no se trataba de pronósticos ni de perspectivas; se trataba de la elección del camino por el cual iba a ser necesario avanzar sin demora.”

“En los días de la Conferencia Democrática, Lenin escribía: “Por nuestra parte, implicaría una falta grave, una manifestación de cretinismo parlamentario sin igual, comportarnos respecto a la Conferencia Democrática como respecto a un Parlamento. Porque, aun cuando se proclamara al Parlamento soberano de la revolución, no decidiría nada. La decisión reside fuera de ella, en los barrios obreros de Petrogrado y Moscú”. Ésta era la opinión de Lenin sobre la participación en el Parlamento que demuestran sus numerosas declaraciones y, en particular, su carta del 29 de septiembre al CC, donde habla de “culpas indignantes de los bolcheviques, como la vergonzosa decisión de participar en el Preparlamento”. Para él esta decisión suponía la manifestación de las ilusiones democráticas y de los errores de los pequeñoburgueses contra los que no había cesado de combatir, desarrollando y perfeccionando, en el transcurso de esa lucha, toda su concepción de la revolución proletaria.

No era cierto que debiesen mediar largos años entre la revolución burguesa y la revolución proletaria; no era cierto que la escuela del parlamentarismo constituyese la única o la principal escuela preparatoria para la conquista del poder; no era cierto que la vía que llevaba al poder tuviera que pasar necesariamente por la democracia burguesa. Se trataba de abstracciones inconsistentes, de esquemas doctrinarios, cuyo resultado se reducía únicamente a encadenar a la vanguardia, a hacer de ella, por mediación del mecanismo estatal “democrático”, la oposición, la sombra política de la burguesía; se trataba de manifestaciones de la socialdemocracia. Era menester no dirigir la política del proletariado según los esquemas escolásticos, sino siguiendo la corriente real de la lucha de clases. No convenía ir al Preparlamento, sino organizar la insurrección y arrancar el poder al adversario. Lo demás vendría por añadidura. Incluso Lenin proponía convocar un congreso extraordinario del partido cuya plataforma fuera el boicot al Preparlamento. Desde entonces, todos sus artículos y cartas desarrollan la idea de que no se debía pasar por el Preparlamento y ponerse a remolque de los conciliadores, sino echarse a la calle con el objetivo de comenzar la lucha por el poder.”

Una vez más acerca de los Consejos y el Partido en la revolución proletaria

“Pero en la revolución proletaria, el proletariado no sólo es la principal fuerza combativa, sino que también, dentro mismo de su vanguardia, es la fuerza dirigente. Su partido es el único que puede desempeñar en la revolución proletaria el papel que desempeñaban en la revolución burguesa la potencia de la burguesía, su instrucción, sus municipios y universidades. Resulta tanto más importante este papel cuanto que se ha acrecentado de manera formidable la conciencia de clase de su enemigo. A lo largo de los siglos de su dominación la burguesía ha elaborado una escuela política incomparablemente superior a la de la antigua monarquía burocrática. Si el parlamentarismo ha constituido para el proletariado, hasta cierto punto, una escuela preparatoria de la revolución, ha sido aún más para la burguesía una escuela de estrategia contrarrevolucionaria. Basta para demostrarlo el hecho de que fue a través del parlamentarismo que la burguesía educó a la socialdemocracia, que es ahora la más potente defensora de la propiedad privada.”

“La experiencia de los últimos años en Europa, y principalmente en Alemania, nos enseña que hay dos categorías de jefes propensos a hacer retroceder al partido en el momento en que se necesita dar el mayor salto adelante. Unos tienden a ver más que nada las dificultades, los obstáculos, y a apreciar cada situación con la idea preconcebida, inconsciente a veces, de esquivar la acción. En ellos, el marxismo se vuelve un método que sirve para establecer la imposibilidad de la acción revolucionaria. Los mencheviques rusos representaban los ejemplares más característicos de este tipo de jefes. Pero este tipo no se limita al menchevismo y, en el momento más crítico, se manifiesta incluso dentro del partido más revolucionario, entre los militantes que ocupan los más altos puestos. Los representantes de la otra categoría son agitadores superficiales. No ven los obstáculos mien¬tras no tropiezan de frente con ellos. Cuando llega el momento de la acción decisiva, transforman inevitablemente en impotencia y pesimismo su costumbre de eludir las dificultades reales haciendo malabarismos con las palabras.

Para el primer tipo, para el revolucionario mezquino que se contenta con ínfimas ganancias, las dificultades de la conquista del poder no constituyen sino la acumulación y la multiplicación de todas las que están habituados a hallar en su camino. Para el segundo tipo, para el optimista superficial, siempre surgen repentinamente las dificultades de la acción revolucionaria. En el período preparatorio, estos dos hombres tienen una conducta diferente: uno parece un escéptico con quien es imposible contar firmemente desde el punto de vista revolucionario; por el contrario, el otro puede semejar un revolucionario ardoroso. Pero en el momento decisivo, ambos van tomados de la mano para erguirse contra la insurrección. Sin embargo, todo el trabajo preparatorio sólo tiene valor en la medida en que capacita al partido, y sobre todo a sus órganos dirigentes, para determinar el momento de la insurrección y dirigirla. Porque la tarea del partido comunista consiste en la toma del poder con el objeto de proceder a la reconstrucción de la sociedad.”

 


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