Se conoce como "testamento político" de Lenin a las notas dictadas por él los días 23, 24, 25, 26 y 29 de diciembre de 1922 y el 4 de enero de 1923, como proyecto de texto hacia el XII Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética (17-25 abril de 1923). Lenin enfermó gravemente semanas antes del Congreso y no llegó a asistir. Aquí se reproducen los párrafos decisivos de las notas. Asimismo, en aquellos días finales de 1922, Lenin escribió un texto sobre el Gosplan y otro sobre el llamado problema de las nacionalidades. Se inserta aquí también gran parte del segundo. El contexto de todos los escritos es la lucha de Lenin contra el burocratismo surgido en el Estado y el Partido, expresado en la Secretaría General del Comité Central ejercida por Stalin, y la lucha contra la política chauvinista de Stalin en el Comisariado del Pueblo para las Nacionalidades, así como contra su desastroso liderazgo en la Inspección Obrera y Campesina.
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"El camarada Stalin, llegado a Secretario General, ha concentrado en sus manos un poder inmenso, y no estoy seguro que siempre sepa utilizarlo con la suficiente prudencia. Por otra parte, el camarada Trotsky, según demuestra su lucha contra el CC con motivo del problema del Comisariado del Pueblo de Vías de Comunicación, no se distingue únicamente por su gran capacidad. Personalmente, quizá sea el hombre más capaz del actual CC, pero está demasiado ensoberbecido y demasiado atraído por el aspecto puramente administrativo de los asuntos.
Estas dos cualidades de dos destacados jefes del CC actual pueden llevar sin quererlo a la escisión, y si nuestro Partido no toma medidas para impedirlo, la escisión puede venir sin que nadie lo espere."
(24.12.22)
"Stalin es demasiado brusco, y este defecto, plenamente tolerable en nuestro medio y en las relaciones entre nosotros los comunistas, se hace intolerable en el cargo de Secretario General. Por eso propongo a los camaradas que piensen la forma de pasar a Stalin a otro puesto y de nombrar para este cargo a otro hombre que se diferencie del camarada Stalin en todos los demás aspectos sólo por una ventaja, a saber: que sea más tolerante, más leal, más correcto y más atento con los camaradas, menos caprichoso, etc. Esta circunstancia puede parecer una fútil pequeñez. Pero yo creo que, desde el punto de vista de prevenir la escisión y desde el punto de vista de lo que he escrito antes acerca de las relaciones entre Stalin y Trotsky, no es una pequeñez, o se trata de una pequeñez que puede adquirir importancia decisiva."
(04.01.23)
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(…)
“He podido sólo conversar con el
camarada Dzerzhinski, que ha vuelto del Cáucaso y me ha contado cómo se halla
este problema en Georgia. También he podido cambiar un par de palabras con el
camarada Zinoviev y expresarle mis temores sobre el particular. Lo que me ha
dicho el camarada Dzerzhinski, que presidía la comisión enviada por el Comité
Central para "investigar" lo relativo al incidente de Georgia, no ha
podido dejarme más que con los temores más grandes. Si las cosas se pusieron de
tal modo que Ordzhonikidze pudo llegar al empleo de la violencia física, según
me ha manifestado el camarada Dzerzhinski, podemos imaginarnos en qué charca
hemos caído. Al parecer, toda esta empresa de la "autonomización" era
falsa e intempestiva en absoluto.
Se dice que era necesaria la
unidad del aparato. ¿De dónde han partido estas afirmaciones? ¿No será de ese
mismo aparato ruso que, como indicaba ya en uno de los anteriores números de mi
diario, hemos tomado del zarismo, habiéndonos limitado a ungirlo ligeramente
con el óleo soviético?
Es indudable que se debería
demorar la aplicación de esta medida hasta que pudiéramos decir que respondemos
de nuestro aparato como de algo propio. Pero ahora, en conciencia, debemos
decir lo contrario, que nosotros llamamos nuestro a un aparato que en realidad
nos es aún ajeno por completo y constituye una mezcla burguesa y zarista que no
ha habido posibilidad alguna de superar en cinco años, sin ayuda de otros
países y en unos momentos en que predominaban las "ocupaciones" militares
y la lucha contra el hambre.
En estas condiciones es muy
natural que la "libertad de separarse de la unión", con la que
nosotros nos justificamos, sea un papel mojado incapaz de defender a los no
rusos de la invasión del auténtico ruso chovinista, en el fondo un hombre
miserable y dado a la violencia como es el típico burócrata ruso. No cabe duda
que el insignificante porcentaje de obreros soviéticos y sovietizados se
hundiría en este mar de inmundicia chovinista rusa como la mosca en la leche.
En defensa de esta medida se dice
que han sido segregados los Comisariados del Pueblo que se relacionan
directamente con la psicología de las nacionalidades, con la instrucción en las
nacionalidades. Pero a este respecto nos surge una pregunta, la de si es
posible segregar estos Comisariados por completo, y una segunda pregunta, la de
si hemos tomado medidas con la suficiente solicitud para proteger de veras a
los no rusos del esbirro genuinamente ruso. Yo creo que no las hemos tomado,
aunque pudimos y debimos hacerlo.
Yo creo que en este asunto han
ejercido una influencia fatal las prisas y los afanes administrativos de
Stalin, así como su saña contra el decantado "social-nacionalismo".
De ordinario, la saña siempre ejerce en política el peor papel.
Temo igualmente que el camarada
Dzerzhinski, que ha ido al Cáucaso a investigar el asunto de los
"delitos" de esos "social-nacionales", se haya distinguido
en este caso también sólo por sus tendencias puramente rusas (se sabe que los
no rusos rusificados siempre exageran en cuanto a sus tendencias puramente
rusas), y que la imparcialidad de toda su comisión la caracterice
suficientemente el "guantazo" de Ordzhonikidze. Creo que ninguna
provocación, incluso ninguna ofensa puede justificar este guantazo ruso, y que
el camarada Dzerzhinski es irremediablemente culpable de haber reaccionado ante
ello con ligereza.
Ordzhonikidze era una autoridad
para todos los demás ciudadanos del Cáucaso. Ordzhonikidze no tenía derecho a
dejarse llevar por la irritación a la que él y Dzerzhinski se remiten. Al
contrario, Ordzhonikidze estaba obligado a comportarse con un comedimiento que
no se puede pedir a ningún ciudadano ordinario, tanto más si éste es acusado de
un delito "político". Y la realidad es que los social-nacionales eran
ciudadanos acusados de un delito político, y todo el ambiente en que se produjo
esta acusación sólo así podía calificarlo.
A este respecto se plantea ya un
importante problema de principio: cómo comprender el internacionalismo."
(30.12.22)
"En mis obras acerca del problema
nacional he escrito ya que el planteamiento abstracto del problema del
nacionalismo en general no sirve para nada. Es necesario distinguir entre el nacionalismo
de la nación opresora y el nacionalismo de la nación oprimida, entre el
nacionalismo de la nación grande y el nacionalismo de la nación pequeña.
Con relación al segundo
nacionalismo, nosotros, los integrantes de una nación grande, casi siempre
somos culpables en el terreno práctico histórico de infinitos actos de
violencia; e incluso más todavía: sin darnos cuenta, cometemos infinito número
de actos de violencia y ofensas. No tengo más que evocar mis recuerdos de cómo
en las regiones del Volga tratan despectivamente a los no rusos, de cómo la
única manera de llamar a los polacos es "poliáchishka", de que para
burlarse de los tártaros siempre los llaman "príncipes", al ucraniano
lo llaman "jojol", y al georgiano y a los demás naturales del Cáucaso
los llaman "hombres del Cáucaso".
Por eso, el internacionalismo por
parte de la nación opresora, o de la llamada nación "grande" (aunque
sólo sea grande por sus violencias, sólo sea grande como lo es un esbirro) no
debe reducirse a observar la igualdad formal de las naciones, sino también a
observar una desigualdad que de parte de la nación opresora, de la nación
grande, compense la desigualdad que prácticamente se produce en la vida. Quien
no haya comprendido esto, no ha comprendido la posición verdaderamente
proletaria frente al problema nacional; en el fondo sigue manteniendo el punto
de vista pequeñoburgués, y por ello no puede por menos de deslizarse a cada
instante al punto de vista burgués.
¿Qué es importante para el
proletario? Para el proletario es no sólo importante, sino una necesidad
esencial, gozar, en la lucha proletaria de clase, del máximo de confianza por
parte de los componentes de otras nacionalidades. ¿Qué hace falta para eso?
Para eso hace falta algo más que la igualdad formal. Para eso hace falta
compensar de una manera o de otra, con su trato o con sus concesiones a las
otras nacionalidades, la desconfianza, el recelo, las ofensas que en el pasado
histórico les produjo el gobierno de la nación dominante.
Creo que no hacen falta más
explicaciones ni entrar en más detalles tratándose de bolcheviques, de
comunistas. Y creo que en este caso, con relación a la nación georgiana,
tenemos un ejemplo típico de cómo la actitud verdaderamente proletaria exige de
nuestra parte extremada cautela, delicadeza y transigencia. El georgiano que
desdeña este aspecto del problema, que lanza desdeñosamente acusaciones de
"social-nacionalismo" (cuando él mismo es no sólo un
"social-nacional" auténtico y verdadero, sino un basto esbirro ruso),
ese georgiano lastima, en esencia, los intereses de la solidaridad proletaria
de clase, porque nada retarda tanto el desarrollo y la consolidación de esta
solidaridad como la injusticia en el terreno nacional, y para nada son tan
sensibles los "ofendidos" componentes de una nacionalidad como para
el sentimiento de la igualdad y el menoscabo de esa igualdad por sus camaradas
proletarios, aunque lo hagan por negligencia, aunque la cosa parezca una broma.
Por eso, en este caso, es preferible exagerar en cuanto a las concesiones y a
la suavidad para con las minorías nacionales, que pecar por defecto. Por eso,
en este caso, el interés vital de la solidaridad proletaria, y por consiguiente
de la lucha proletaria de clase, requiere que jamás miremos formalmente el
problema nacional, sino que siempre tomemos en consideración la diferencia
obligatoria en la actitud del proletario de la nación oprimida (o pequeña)
hacia la nación opresora (o grande)."
(31.12.22)
(…)
"La responsabilidad política de
toda esta campaña de verdadero nacionalismo ruso debe hacerse recaer, claro,
sobre Stalin y Dzerzhinski.”
(31.12.22)
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