Es bien sabido que el Estado burgués considera al incremento
del Producto Bruto Interno (PBI) como uno de los principales objetivos de su
política económica. Según la tecnocracia burguesa el PBI refleja el nivel de
“progreso” y “bienestar” social, pero este enfoque no podría estar más alejado
de la realidad ya que esta magnitud macroeconómica sólo mide el valor monetario
de la producción de bienes y servicios en un país sin considerar si la
población disfruta de ellos o el nivel de desigualdad, tampoco toma en cuenta el
acceso a la salud, la educación, la vivienda o el trabajo digno. Por si fuera
poco deja de lado el desgaste de los medios de producción, el consumo de los
recursos naturales, el deterioro del medioambiente y del propio ser humano que
participa en el proceso productivo. Por eso no causa extrañeza que el PBI
peruano haya experimentado un crecimiento sostenido por más de una década sin que
las condiciones de vida de los trabajadores mejore.
El “paquetazo” y las
cifras macroeconómicas
En julio pasado “La Comisión Permanente” del parlamento
burgués peruano aprobó el llamado “Paquete reactivador de la economía”, básicamente
un conjunto de medidas ultrareaccioarias que establece millonarios beneficios
tributarios para un puñado de empresas, la simplificación de procedimientos y
permisos con el fin de “destrabar” y “dinamizar” las inversiones, flexibilizando
además la ya permisiva legislación medioambiental. En mayo de 2013 el ejecutivo
ya había lanzado un “paquete” similar para recuperar la confianza de los
empresarios, estableciendo plazos perentorios para que el Ministerio de Cultura
otorgue el CIRA (Certificado de Inexistencia de Restos Arqueológicos) y
simplificando los EIA (Estudios de Impacto Ambiental) mostrando así total
desprecio por el patrimonio cultural y el medio ambiente.
El “paquete” de este año fue la respuesta a la llamada
“desaceleración del crecimiento”. Las engañosas cifras macroeconómicas de las
que se jactaban los políticos y tecnócratas neoliberales, esas que jamás
reflejaron las reales condiciones de vida de la inmensa mayoría de la población,
dejaron de ser propicias para los fines demagógicos burgueses (El “crecimiento”
en junio fue de apenas 0.3%). Si a los empresarios cada día les resulta más
difícil obtener ganancias son las masas quienes deben pagar el precio.
Vayamos al principio; a partir de 2001 en Perú se experimentó
un fenómeno nada extraordinario ni progresivo, un leve y transitorio aumento
del dinamismo comercial debido al incremento de los precios y la demanda
internacional de los metales (oro, plata, cobre), algunos productos
agroindustriales, además del gas y el etanol. Así mismo, el mercado interno se
expandió un poco (básicamente en la ciudad) debido al masivo y peligroso crédito
de consumo. Falaces indicadores
cuantitativos se exhibieron en los medios manipulados convenientemente cual
pirotecnia matemática; la economía crecía lo que significaba “progreso para
todos”, incluso los más delirantes propagandistas burgueses hablan de un
periodo de “bonanza”.
Más empleo precario
No es del todo falso que en los últimos años se haya producido
un leve incremento de puestos de trabajo, principalmente en el sector comercial
y de servicios, pero los trabajadores no tenemos razones para festejar sino
todo lo contrario, dichos empleos (concentrados en las ciudades) son más
precarios, en condiciones de extrema explotación e inestabilidad y con salarios
miserables. Esta mayor demanda de mano de obra fue consecuencia del arribo de inversionistas
que buscaban desesperadamente recuperar las pérdidas originadas por la crisis
financiera (2008…) siendo atraídos como lobos por la sangre de un cordero. Un
país con estupendas condiciones para la obtención de plusvalía estaba a su
disposición, con mano de obra barata, una legislación laboral extremadamente
permisiva con los empresarios y un movimiento sindical secuestrado por una
burocracia servil al poder patronal.
Las “Asociaciones
Público – Privadas”, una fórmula ganadora para el Gran Capital
La política neoliberal ha seguido su curso desde los años
90, los partidos burgueses de “oposición” al gobierno de Ollanta Humala
profieren calculados golpes motivados por intereses de grupo procurando no
desestabilizarlo para que el “plan” siga en marcha, mientras tanto las
privatizaciones avanzan incontenibles, el sector energético, las telecomunicaciones,
la infraestructura, el transporte público, etc. fueron los primeros objetivos,
en la siguiente fase es el turno del acceso al agua potable, la salud y
educación públicas...
Para los políticos, propagandistas y tecnócratas al servicio
del capital no cabría mayor discusión al respecto; las concesiones clásicas y principalmente
bajo la celebrada modalidad de “Asociación Público Privada” (APP)[1] serían
las vías seguras hacia el “progreso”. Pero la realidad es bien distinta, las
APPs son una forma descarada de expoliación al pueblo trabajador en favor del
gran capital. Tomemos sólo un par de ejemplos; en el Proyecto Especial Olmos
Tinajones (2008) la empresa H2Olmos (subsidiaria de la brasileña Odebrecht) se
beneficia con el 85% de los ingresos de la subasta de tierras irrigadas, además
de recibir todas las ganancias por el uso del agua durante 23 años ¡Todo un
faenón!. De igual manera en la construcción del Gaseoducto Sur Peruano (2014) el
consorcio formado por la empresa española Enagás y la brasileña Odebrecht recibirá
un multimillonario financiamiento estatal fruto del incremento de las tarifas
eléctricas.
El mito del
“emprendimiento” y el “progreso”
Como antes mencionamos el mercado interno peruano se ha
dinamizado debido al ingreso de capitales foráneos, un efecto previsible fue
que la clase media incrementó su poder adquisitivo, (ojo: estamos hablando de
una porción muy pequeña de la población) mientras la gran mayoría sigue inmersa
en la miseria. Al mismo tiempo, los aparatos de propaganda burgueses hace años
despliegan una intensa y bien orquestada campaña mediática para alentar el mito
del “emprendedor”, los medios de ideologización al servicio del capital repiten
incesantemente que romper el “circulo de pobreza” sólo es cuestión de talento y
esfuerzo. Es decir, el capitalismo sería un sistema justo que castiga a los
haraganes y premia el esfuerzo.
Al respecto cabría aclarar que si bien el cauce torrentoso
del capitalismo a veces genera pequeñísimos recodos que una cantidad ínfima de
individuos de extracción popular consigue aprovechar, estos casos son
excepcionales y cuando ocurren el “emprendedor” (micro y pequeño empresario)
termina convertido en un fiero explotador de asalariados a quienes niega
derechos laborales debido principalmente a la encarnizada competencia en el mercado.
En definitiva, con o sin “emprendedores” el sistema capitalista sigue
alimentándose de la vida del proletariado, su contradicción fundamental: producción
colectiva – apropiación individual, lo convierte en el orden económico y social
basado en la explotación del hombre por el hombre más voraz de la historia.
Finalmente, es preciso mencionar que la ausencia de una generación
marxista revolucionaria se deja sentir ya no sólo en el plano de la lucha
política propiamente dicha sino también ideológica. Los jóvenes autoproclamados
“progres”, “izquierdistas”, “socialistas”… bienintencionados no son capaces de
dar batalla a la descomunal campaña propagandística burguesa. Para
contrarrestar el vendaval de patrañas que abogan por la perpetuación
capitalista es necesario desechar toda forma de ilusión reformista, asumiendo una
clara y decidida posición anti burguesa ¡Adelante que el tiempo apremia!
Carlos García M.
[1] APP (Asociación Público
Privada) Modalidad de concesión fue incorporada por el DL 1012 en junio de 2008
por el gobierno del ladrón y genocida Alan García, es uno de los 99 decretos
legislativos aprobados durante su mandato como parte del TLC con EE.UU. En
realidad enmascara el subsidio que el Estado burgués brinda al gran capital.
En: Revolución Socialista # 10 - Octubre 2014
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